Emplazamiento
Ronda se ubica sobre una mesa terciaria al pie de las sierras calizas que cierran, por el mediodía, la depresión más occidental del rosario intrabético, a modo de isla entre las montañas que conforman la Serranía.
Dicha mesa está cortada por un magnífico cañón, que a su vez divide en dos también la propia historia de la ciudad.
Límite que fue insalvable durante mucho tiempo y que hacía del lugar un emplazamiento singular y con unas condiciones únicas que ha determinado también su identidad a lo largo de los tiempos.
La meseta de Ronda es una fortaleza natural que ocupa el centro geográfico de toda la comarca que la rodea como un anfiteatro de montañas.
Prehistoria
Ronda es una de las ciudades más antiguas de España, cerca de ella se encuentra uno de los mejores exponentes del arte rupestre del Paleolítico andaluz, la Cueva de la Pileta.
Pero la fase más antigua de presencia humana que hasta ahora se ha encontrado en el asentamiento de nuestra ciudad (casco antiguo) data del periodo Neolítico Antiguo (finales del VI y comienzos del V milenio), ya que las investigaciones arqueológicas concluyen que posiblemente en esta época ya existía alguna comunidad en este lugar que ocupaba pequeños abrigos y cuevas que ya no existen.
Hasta la Edad del Cobre (Pleno y Tardío, de finales del III milenio y comienzos del II) no volvió a habitarse esta zona, sin que se desocupase ininterrumpidamente el lugar hasta llegar a nuestros días. Precisamente de esta fase cultural son los monumentos megalíticos existentes en las cercanías de Ronda, como la necrópolis de La Planilla , con grandes dólmenes de corredor; dolmen del Chopo, Buendía, Encinas Borrachas, etc.
Correspondiente a la Edad del Bronce se ha hallado en la zona del poblado (sondeo de la plaza de Mondragón) un horno de fundición de metal, lo que hace suponer que relativamente cerca estarían las minas de extracción. La extensión del poblado sería de cierta importancia, aunque hay que tener en cuenta que por cada pequeña concentración de cabañas existirían grandes espacios para poder compaginar las tareas domésticas con las de pastoreo y artesanales.
Protohistoria
La llegada de las primeras influencias fenicias a esta comarca, posiblemente a través de contactos con gentes del Bajo Guadalquivir o de las costas mediterráneas, nos situaría aproximadamente dentro del siglo VIII (a.n.e). Los fenicios mantuvieron amistosas relaciones comerciales con los nativos, ya que nuestra zona era un importante punto estratégico para el mercado interior.
El intercambio comercial, origen de tales contactos, llevará aparejado un fenómeno de aculturación mutua que quedará reflejado en la adopción de algunos avances tecnológicos como el torno de alfarero y la metalurgia del hierro, así como también una nueva disposición de las construcciones domésticas y urbanas.
Entre los siglos VIII y VII (a.n.e.) aproximadamente data un importantísimo molde para fundir espadas de bronce de tipo Sa Idda hallado en nuestra ciudad.
También de esta época es la importantísima escultura de El Gigante, que representa una figura humana realizada en roca arenisca de origen local, con un claro paralelismo con el Hércules gaditano, y que toma como prototipo a figuras neoasirias y neohititas.
Época Ibérica
También existen significativos restos de un poblado ibérico, probablemente de los siglos V-IV (a.n.e.), lo que sería el antecedente más inmediato de la Arunda romana.
La extensión de este poblado abarcaba la totalidad de lo que hoy es el barrio de la Ciudad , reservando las zonas más bajas para el establecimiento de las infraestructuras artesanales; apareciendo desde entonces claramente diferenciada la zona urbana de la industrial.
Las terrazas más altas de la ladera oriental quedan reservadas para usos residenciales, fijándose un sistema ortogonal de distribución para esta zona de la ciudad, que ya no será alterado hasta la actualidad.
Época Romana
Publio Cornelio Scipión llega a la península Ibérica, nombrado Procónsul para derrotar definitivamente a los cartagineses que se apoderaron de los territorios hispanos después de arrojar a los fenicios fuera de ellos. El avance de Roma era imparable y después de tomar Astapa (Estepa), que recurrió al suicidio colectivo para no entregarse a los romanos, Marcio con todos sus ejércitos toman todas las ciudades de la Bética , entre ellas con toda seguridad Acinipo y Arunda.
Los datos de época romana en nuestra ciudad (siglos II a.n.e. – III d.n.e.) son escasos debido a que el relleno arqueológico se encuentra muy revuelto y afectado por las numerosas fosas y remoniciones que se han ido produciendo a lo largo de la historia de nuestra ciudad por las construcciones posteriores. En un principio hubo un escaso grado de romanización, defiriendo poco de la etapa anterior, a diferencia con lo que ocurrió en la vecina Acinipo en donde sí que aparecen indicadores de una fuerte romanización como son la numismática, el teatro, las termas, etc. Por lo que a este periodo se le podría llamar iberorromano en sus dos primeros siglos.
Posteriormente alrededor del castillo, llamado Laurus, bajo su sombra, se vinieron agrupando algunos otros edificios de más o menos magnitud y construidos por los propios colonos. La zona residencial de la Arunda romana se redujo a la parte más alta y llana del cerro amesetado, ocupado principalmente por una clase acomodada, según los elementos de distinción social aparecidos en diferentes intervenciones arqueológicas, y que se deduce también deberían ser de una gran envergadura -foro, templos y algunos edificios importantes- por las infraestructuras asociadas a ellos, sobre la que destaca la red de agua potable que procedía de la Fuente de la Arena , en las afueras de la ciudad a los pies de la sierra de Jarastepar, a través de un acueducto que, conjuntamente con la torre-sifón o columnaria del Predicatorio, aún se conservan, y cuyas características constructivas y de conducción a presión coinciden plenamente con la descripción que hace Vetrubio para este tipo de infraestructura. Este acueducto abasteció durante muchos siglos de agua a la ciudad de Ronda.
La ciudad romana de Arunda quedaría definida en la topografía urbana actual por el triángulo comprendido entre la Plaza del Gigante, Plaza Duquesa de Parcent y Calle Armiñán, probablemente en época Flavia, coincidiendo con la extensión de la municipalidad desarrollada por Vespasiano y culminada por Domiciano (último cuarto del siglo I a.n.e).
Con la elección de Octavio como emperador de Roma ( 38 a .n.e.) se cree que se erigió un precioso templo a Julio Divo, según una lápida que se hallaba en el muro o puerta antigua de la iglesia de Santa María la Mayor , aunque no está comprobado arqueológicamente.
A partir del siglo III (d.n.e.) se transforma el área urbana de Ronda, produciéndose un cambio de funcionalidad en los espacios urbanos y públicos que pasarán a ser ocupados por necrópolis u otras instalaciones privadas o ideológicas, como son los restos de una Basílica Paleocristiana y enterramientos junto a la iglesia de Santa María la Mayor. Se produce entonces lo que los arqueólogos llaman la disgregación de la ciudad antigua de Arunda, que pasa a formar parte de un nuevo modelo de doblamiento donde lo rural y lo privado sustituye a lo público y social. Aunque precisamente la existencia de elementos vinculados con lo religioso hará que se mantenga el poblamiento, aunque reducido, para un posterior resurgimiento en época medieval.
Hay que hacer mención también a la celebración del I Concilio Cristiano de España que se celebra en Illibiris (Elvira, población que existió cerca de Granada en la sierra hoy llamada Elvira, donde se hallan sus ruinas), en el siglo IV, donde acudieron los presbíteros Leo y Januario, representando a Acinipo y Laurus respectivamente.
Época Visigoda
De esta época únicamente existen datos arqueológicos de la ya citada Basílica Paleocristiana, en un espacio contiguo a la Iglesia Mayor (C/ San Juan Bosco).
En la tumba número 8, apareció formando parte del ajuar un triente visigodo con la leyenda Egica Rex en anverso y Witiza Rex en reverso. Su fechación se sitúa entre el año 698 y el 702. Aunque, en esta época, siguió existiendo una pequeña ciudad fortificada alrededor de su castillo bajo el mando de un Comes (después llamados Condes, que hacían de gobernadores).
La Serranía de Ronda, hacia el año 672 con la llegada de Wamba al poder se convierte en uno de las áreas principales para vigilar las costas y la amenaza que venía de Africa, pero los bereberes consiguen llegar a la península en el 711 cuando los hijos de Witiza solicitan ayuda para destronar al rey Rodrigo.
Época Musulmana
La conquista musulmana, llamémosle así para entendernos, a partir del 711, va a inaugurar un gran periodo para Ronda, convirtiéndose en un baluarte inexpugnable hasta 1485.Será, junto a su Serranía, un punto neurálgico, zona clave en el equilibrio militar de la época. Su situación estratégica y su emplazamiento inaccesible, serán factores esenciales que explican la capitalidad y centralidad que adquiere nuestra ciudad en un amplio territorio de influencia, convirtiéndola en una de las más importantes y pobladas de Andalucía entre esos siglos.
En los primeros tiempos de la conquista musulmana, Ronda apenas sufrió cambios con respecto a etapas anteriores, se seguía viviendo una cierta situación de abandono con respecto a aquella antigua ciudad romana, se trataba de un lugar estratégico que se había convertido en un buen refugio para sus habitantes hispanorromanos.
A la vez tiene lugar el asentamiento de grupos bereberes en la Serranía , donde su población debió ser muy importante si tenemos en cuenta la abundancia de topónimos que delatan su origen, sobre todo en lo que se le denominó la cora de Takarunna. Los bereberes traen consigo sus antiguos esquemas de poblamiento: hábitat rural disperso, en zona de clima duro, organizados en pequeñas entidades tribales y ferozmente independientes.
No queda constancia cierta de en qué momento fue Ronda conquistada por los musulmanes, algunos cronistas narran que cuando Tariq se dirigía hacia Écija dividió en tres cuerpos su ejército, uno de los tres a las órdenes de Zaide ben Kesadi se dirigió a las comarcas de la actual provincia de Málaga, en la que se podría deducir que estaría Ronda la cual se le resiste tenazmente, y en el abrigo de sus murallas se acogen los vencidos. Las sierras encrespadas y escabrosas que forman la Serranía , ofrecen asilo momentáneo a los dispersos. Levi Provençal recoge que el jefe bereber Zaide ben Kesadi al Sabsaki se apoderó, en agosto de 711, de la fortaleza a partir de la cual surgiría Izn-Rand Onda, la ciudad del castillo, que pronto sería un eficaz enlace con Gibraltar, capaz de asegurar la comunicación del jefe invasor Tariq con Mûsa, promotor de la empresa. Según el arzobispo Don Rodrigo (s. XIII) la pequeña pero fortísima ciudad de Ronda, edificada sobre la despoblada Laurus, fue cercada por las tropas de Abd al-Aziz, hijo de Mûsa, y resistió en un principio el asedio al abrigo de sus muros que acogían a centenares de rondeños cristianos resueltos a perder la vida, no sin que su gobernador el Comes Altfuns, antepasado que fue del famoso Omar Ben Hafsun, estipulase una rendición digna y honrada, extendiéndose muy solemnes compromisos, quedando sus vecinos la posesión de sus hogares y la guardia de su religión y sus cultos, resultando más como aliados que como vencidos. Al hijo de Mûsa le suceden una serie de gobernadores en unos años realmente convulsos. Con Al-Hurr (716) se procede a un nuevo reparto de las tierras serranas conquistadas a favor de las familias árabes (yemenitas y caisitas) con perjuicio de los bereberes. El gobernador Uqba (734-741) establece jueces independientes de los caudillos militares, fijando en Ronda el asiento de uno de ellos. Más adelante (hacia el 744) parte de los árabes que provenían de la Palestina moraron también en nuestro territorio, cuyos pintorescos valles, quebradas y ribazos les recordaban las angosturas del Líbano o las deliciosas vertientes del Carmelo. Se produce una serie de sublevaciones bereberes, motivada por la discriminación que esta etnia venía sufriendo por parte de los árabes.
Y paralelamente comienza a producirse lo que se llama Islamización de nuestras tierras, fenómeno paulatino y de duración plurisecular, cuya reducidísima velocidad y extensión iniciales fueron creciendo con el transcurso del tiempo, y no se consolida hasta la llegada del Califato de Abderramán III, donde nuestra ciudad pasa a convertirse en centro de atracción de población dispersa, y se lleva a cabo (922-23) una política de integración de los notables de la zona en la administración cordobesa por el propio Califa, que los trasladó hasta la capital del Califato para que formasen parte de sus cuadros administrativos. Práctica que ya se había iniciado con anterioridad en la época de Abderramán II, con la finalidad de acabar con la conflictividad social de Takurunna, integrando a sus hombres más destacados en las estructuras del poder del Estado.
De esta época (IX-X) son las dos Iglesias rupestres mozárabes más interesantes de la provincia de Málaga, Santa María de la Cabeza y la Oscuridad , en las afueras de lo que era el casco urbano, que mantuvieron el culto cristiano por estos lares.
La llegada de grupos bereberes no cesa a lo largo del periodo Omeya. Una entrada importante de norteafricanos se produjo durante el gobierno de al-Hakam II. Entre los grupos que penetraron en el al-Andalus, el de los Banû Ifran se dirige a la cora de Takurunna, y fundan un reino Taifa en el siglo XI, teniendo a Ronda como capital, acrecentando así su importancia histórica.
Años después nuestro territorio es anexionado al Reino de Sevilla por el abbadí Mutahdhid, tras el asesinato del emir rondeño Abü Nasr, hijo de Abü Nur.. A aquél le sucede su hijo Mutahmid, conocido como el «rey poeta», que llama a Ronda como: «el más florido florón de mi corona» .
El poblamiento de Ronda en esta época abarcará casi todo el cerro y comienzan a ocuparse otras zonas como las del barrio San Miguel, por ser paso obligado de entrada a la ciudad y zona donde incipientemente se iban instalando las actividades artesanales e industriales. Es por esta época cuando se construye el primer puente, el de las Curtidurías.
Es a partir del siglo XII cuando se va a producir una importante transformación en la ciudad, a través de nuevas construcciones de envergadura y de la propia expansión de su poblamiento con la creación de sus dos arrabales que se han venido denominando, según la época, de varias maneras: Bajo o Alto, Viejo y Nuevo o de San Miguel y del Espíritu Santo, ambos exteriores a la medina o ciudad islámica que se situaba en el cerro alrededor del castillo. En el primero de ellos se encontraban las instalaciones artesanales e industriales, donde también se ubicarán los baños mayores. Este barrio, también llamado de Las Mancebías o Bajo o de Las Curtidurías estaba situado entre las murallas de la Cíjara y las murallas de los Baños y era paso obligado, como hemos dicho, para entrar a Ronda desde Granada o Málaga, a través de la Puerta de la Puente , desaparecida en el siglo XX. Este tipo de actividades como los curtidos o alfares se ubicaban allí debido a la proximidad del río, puesto que para este trabajo se necesitaba agua y evacuarla también, ya que por su pestilencia tenían que estar alejadas de la población.
En el segundo arrabal se asentaba la población exterior, y traspasando sus murallas se encontraba el cementerio islámico (Puerta de Almocábar o del Cementerio), en los terrenos que hoy ocupa el barrio de San Francisco.
En la medina se planificarán los espacios alrededor de la Mezquita Aljama (hoy Santa María la Mayor ), la alhóndiga y la alcazaba, consolidándose hacia el Este las viviendas de la clase dirigente y más acomodada (como la Casa del Gigante, Palacio de Mondragón o la Casa de la Plaza Sor Ángela de la Cruz ). Es cuando se traza el asentamiento que prácticamente ha llegado hasta nuestros días y que todavía son en gran parte apreciables.
A finales de siglo XIII la ciudad estaba dominada por la influyente familia de los Banû al-Hakim, que nuevamente la declaran independiente.
La medina de Ronda queda consolidada en la época almohade, pero el gran impulso como ciudad se producirá en la etapa nazarí (siglos XIII-XV), pues nuestra ciudad se convierte en el baluarte más occidental entre las fronteras de los Reinos de Granada y Castilla, gozando de una cierta autonomía bajo el protectorado de los Banû Marín. Es cuando se fortifican los arrabales, se construye la muralla de la albacara que defiende el acceso a los molinos y se reforma, probablemente, todo el recinto amurallado de la medina.
A principios del siglo XIV desembarca el hijo del rey de Fez, Abomelic, con un formidable ejército, que en contraprestación por la ayuda recibida contra los ataques del ejército cristiano de Alfonso XI, se titula desde el primer momento rey de Ronda y de Algeciras. Pero éste muere en 1338 de manos del soldado jerezano del propio ejército de Alfonso XI, Diego Fernández Herrera.
Es en esta época cuando se construyen infinidad de aljibes y albercas para abastecer de agua la ciudad, y tallaron en la roca viva del Tajo la escalera que permitía subir a la Medina el agua, durante los largos asedios, del manantial de la Mina que manaba en el mismo lecho del río.
Conquista Castellana
En 1407, cae en manos castellanas Zahara, una de las fortalezas vitales en la frontera dentro del sistema defensivo de la Comarca Rondeña. Más tarde reconquistada de nuevo por los nazaríes y perdida definitivamente en 1483, a esta le sigue la ocupación de Alora, luego Alozaina en 1484, y un año después Coín y Cártama. De esta manera la caída de Ronda era cuestión de poco tiempo.
La Conquista castellana va afectar enormemente a la ciudad de Ronda, pues el comienzo de esta nueva etapa histórica supone también el tránsito del medievo a la modernidad.
Debido a la situación estratégica y política de Ronda en el reino nazarí, es una plaza muy anhelada por los castellanos, que la estiman como punto clave para la caída posterior de los musulmanes nazaríes. Ronda era sin duda la joya más codiciada del Reino de Granada.
Su conquista requería de una estudiada planificación y hacer uso de una estratagema militar que pudiera despistar a los rondeños musulmanes, que eran conocidos por sus excelentes dotes guerreras y por lo bien defendida y resguardada que tenían su ciudad, conscientes de la codicia castellana desde hacía siglos.
Los Reyes Católicos emprenden camino hacia Andalucía, para allí pasar el invierno y estudiar, junto a su nobleza, la estrategia de una nueva campaña estival de conquistas en 1485. Barajaban dos posibilidades: ocupar Ronda y Málaga, decidiéndose a favor de esta última al tener mayor interés económico, y pensando también que si conquistaban la comarca malagueña Ronda quedaría aislada, puesto que la zona de Setenil y Zahara la tenía controlada el Marqués de Cádiz. Emprenden su táctica entrando por Antequera, en abril, hacia la hoya de Málaga y toman Coín, Cártama y otras poblaciones de la zona, pero al ser la defensa de Málaga muy feroz, deciden atacar a su segundo objetivo, Ronda. Para llevar a cabo este nuevo plan hacen un intento de incursión en Loja, lo que hace sacar de Ronda a Hammed el Cegrí y a otros guerreros de Alcalá y Medina Sidonia, que acuden a su defensa. El rey Fernando y Ponce de León (Marqués de Cádiz) marchan veloces hacia Ronda cogiendo desprevenidos y desconcertados a los nazaríes. Los cristianos cercan la ciudad, estableciendo sus reales y artillería en torno a ella. La toma de la Mina , deja a la ciudad sin suministro de agua. Tras unas semanas de asedio cae la ciudad el domingo 22 de mayo de 1485, día del Espíritu Santo.
La famosa torre ochavada que algunos historiadores sitúan junto a la mezquita principal, donde después se construyó la iglesia del Espíritu Santo, según recientes descubrimientos arqueológicos se encuentra en la esquina de la Cuesta de las Imágenes, donde aparecieron restos de los cimientos de la gran construcción maciza y con planta probablemente circular.
Los musulmanes rondeños son expulsados de sus casas y le son arrebatados también sus campos. Ronda junto con Marbella necesitan ser repobladas cuanto antes, puesto que Granada aún no ha sido conquistada y la amenaza nazarí de reconquistar nuestro territorio continúa.
Es por lo que con inusitada rapidez se pasa a repartir el botín de las tierras y casas conquistadas, encargo que los Reyes hacen a Juan de Torres, cuya labor será muy cuestionada al hacerse de manera descuidada e interesada; por lo que en 1491 se encarga que reinicie nuevamente todo el proceso repartidor al bachiller Serrano, que concederá a los nuevos pobladores y conquistadores todas las tierras y casas, dotando a la ciudad de Propios y Comunes (ejidos y dehesas) y creando nuevos espacios para el poblamiento. Todo cuanto se hizo en la ordenación viene recogido en un documento excepcional de un gran valor histórico que se conserva en nuestro Archivo Histórico: El Libro de los Repartimientos.
Aunque en un principio la medina no sufriría grandes cambios con respecto a la época anterior, es a partir de la época moderna cuando más se expande nuestra ciudad y cambia la morfología de la misma.
La mayor parte de las casas musulmanas eran pequeñas y dotadas de una serie de dependencias relacionadas con la vida de sus moradores, principalmente campesinos. En el Repartimiento se conceden muchas de estas casas a los nuevos dueños en grupo de dos, tres e incluso seis.
En un primer momento no hubo demasiados pobladores castellanos, debido que muchos de los beneficiados eran servidores reales y militares que seguían en campaña conquistadora. Conforme la conquista del Reino de Granada se va consolidando, la situación cambia ya que muchos deciden venir para asentarse en los nuevos territorios anexionados a Castilla. Aunque este proceso de repoblación y la expulsión posterior de los moriscos diezmó bastante la población.
El levantamiento morisco, 1501, se produce al no cumplirse las promesas de tolerancia para con su fe y sus costumbres acordadas con los Reyes Católicos, promesas que se venían respetando con el arzobispo Talavera, pero que el Cardenal Cisneros incumple. La lucha es encarnizada en la Serranía , y en Sierra Bermeja muere en batalla el hermano mayor del Gran Capitán. Para apaciguar la insurrección acude nuevamente el rey Fernando a Ronda, donde establece nuevamente su cuartel general.
De la importancia que se le dio a Ronda por parte de la realeza castellana da cuenta el hecho de que todos sus dominios y tierras fueron adjudicados como Señorío al príncipe heredero Don Juan, que al morir lo deja a su esposa, y ésta posteriormente, tras su vuelta a Flandes, lo entrega de nuevo a la Corona.
Después de la batalla de Ronda, sus murallas y casas sufrieron importantes destrozos debido al uso de la artillería, que en nuestra ciudad los castellanos la usaron con profusión. Para paliar los daños se ordena por expreso deseo de los Reyes Católicos la construcción de nuevos edificios, especialmente de carácter religioso. La medina de Ronda y sus arrabales se dividirán en seis colaciones, todas ellas situadas en solares que ocupaban antiguas mezquitas; de las seis, dos de ellas han llegado hasta nuestros días: Santa María de la Encarnación , Espíritu Santo, y las desaparecidas de Santiago, San Juan Bautista, San Juan Evangelista y San Sebastián (de la queda el minarete o alminar que después se utilizó como campanario). También se construye un hospital, el de Santa Bárbara, demolido incompresiblemente en los años ochenta.
Cada uno de los espacios complementarios o barrios que se fueron formando en la etapa anterior se van disgregando y evolucionando de manera desigual, esto supone incluso el abandono y desaparición del arrabal bajo o de San Miguel, debido a que nunca llegó a reconstruirse la muralla y porque deja de ser paso forzoso de los que arribaban a Ronda, ya que se abre una nueva entrada por lo que hoy conocemos como Puente Viejo. Poco a poco se pretende dar a la medina el carácter de ciudad castellana.
Siglo XVI y XVII
Con la llegada al trono de Carlos I, se alzan las Comunidades de Castilla, pero Ronda firma con otras ciudades andaluzas el llamado Pacto de las Ramblas, a favor del Emperador, es cuando éste exclama: «¡Oh, Ronda fiel y fuerte!», que posteriormente se incorporará como leyenda al escudo de la ciudad.
Es a lo largo del siglo XVI cuando se produce un cambio radical en la sociedad rondeña, proceso que culmina con la expulsión de los moriscos en las tierras de Ronda en 1572. De una sociedad musulmana pasamos a una sociedad cristiana.
En el siglo XVI es cuando se produce la expansión de la ciudad, y se funda el barrio del Mercadillo o ejido de la Puente (lo que hoy llamamos barrio de Padre Jesús), el nombre viene de la concentración de comerciantes que existían extramuros de esta parte de la ciudad y es cuando se funda en 1518 la iglesia consagrada a Santa Cecilia (nombre por el que también se denomina a esta barrio de la ciudad).
En 1542 se construye un nuevo puente que haría más liviana la entrada a la ciudad. Por esta época es cuando se construye el Convento Madre de Dios y de los Trinitarios Calzados (ya desaparecido). Y una amplia calle que será el acceso principal a Ronda entre los siglos XVI y XVII, se trata de la calle Real.
Además del Mercadillo se crea un nuevo barrio al sur, donde se encontraba el antiguo cementerio musulmán, denominado en un principio como barrio de la Fuente de la Arena y después como de San Francisco por ubicarse allí el Convento del mismo nombre donde estuvo el sitio del rey Fernando en la conquista a Ronda. En la plaza actual existía una dehesa que el repartidor Serrano donó a la ciudad para que se realizasen allí los ejercicios y juegos ecuestres de la caballería, por lo que se le denominó Prado de los Caballos o de los Potros. Inmediatamente después de la conquista es cuando se construye la primera ermita cristiana, con el nombre de la Ascensión o de la Visitación , pero al configurarse la plaza (Ruedo Alameda), se traslada a un costado, pasando a llamarse Virgen de Gracia, hoy prácticamente desaparecida. También en esta zona proliferaban los mercaderes que, al encontrarse extramuros, no pagaban las alcabalas con se gravaban los productos que entraban en la ciudad.
La Real Maestranza de Caballería de Ronda
A partir de la Edad Media, la dirección de los ejércitos y el servicio de las armas fueron tareas realizadas por la nobleza. En la historia militar y política de España, desempeñaron un papel relevante, además de las órdenes militares, las cofradías, maestranzas y otros cuerpos de caballería, institutos fomentados por la Corona con la intención de que la nobleza local se ejercitara en el uso de la caballería y las armas, a fin de poder dar inmediata respuesta a la llamada del Rey e intervenir donde fuera necesario.
La Corona recomendaba vivamente a los caballeros ejercitarse para la guerra mediante la realización de torneos, juegos de cañas, alcancías, anillas y alanceando toros bravos. El enfrentamiento con el toro era parte del adiestramiento ecuestre además de constituir un espectáculo popular. Por otro lado, la Corona incentivaba a los caballeros para que se esmerasen en la cría de «buenos caballos para la guarda y defensa del Reyno».
Aunque el avance de la Europa de las naciones llevase consigo la formación de ejércitos de financiación y dirección estatal, el cuerpo militar de la Real Maestranza de Ronda no abandonó por completo su preparación para la guerra. Concluido su compromiso histórico con el ejército, la Maestranza rondeña continuó manteniendo su escuela de equitación y orientó sus actividades hacia la cultura y la beneficencia.
A lo largo, pues, de siglos, los maestrantes de Ronda no dejaron de enfrentarse a toros, de alancearlos e «incluso de enfrentarse a pie, cara a cara, y abatir al animal a espadazos» . Este centenario juego con el toro ha sido el fondo del que pudo nutrirse, en Ronda, una tauromaquia señorial y popular capaz de dar paso al moderno toreo a pie. El hecho extraordinario de que en Ronda hayan nacido las dos dinastías de toreros más importantes de su época, –los Romero y los Ordóñez– no se entendería sin la existencia de una institución como la Real Maestranza de Caballería de Ronda.
Siglo XVIII
Comienza el siglo XVIII con la toma de Gibraltar por la escuadra anglo-holandesa en 1704. Este hecho determinó que nuestra ciudad adquiriese la condición de plaza fuerte frente a Gibraltar, y empieza a contar con importantes guarniciones militares, como es el caso del Regimiento de Milicias Provinciales, para el que se construye un cuartel en 1734 (hoy sede consistorial).
La sociedad rondeña en esta época la conformaban la nobleza, el clero y el campesinado. Ronda era una ciudad eminentemente agraria, aunque se hubiesen construido en sus territorios algunas industrias como la Real Fábrica de Hojalata (Júzcar) y la Real Fábrica de Balería (Jimena de la Frontera ).
La nobleza y los clérigos acaparaban las mejores tierras y controlaban gran parte de la renta agraria a través de los derechos señoriales y los diezmos. Por otro lado, los primeros ejercían el monopolio de los cargos de gobierno de la ciudad, con las ventajas que esto les acarreaba de manejar las rentas e interpretar arbitrariamente las Ordenanzas.
El campesinado estaba formado por pequeños y medianos propietarios, arrendatarios, aparceros y principalmente jornaleros. De esta sociedad agraria nace a lo largo de todo el XVIII un nuevo grupo social cuya renta no depende directamente del campo, son fabricantes, artesanos, comerciantes, militares… los que conforman la burguesía, que con el discurrir de los años alcanzarán el poder local.
Es en este siglo cuando se construye el Puente Nuevo, la Plaza de Toros, la Alameda del Tajo y el Acueducto de la Hidalga. La construcción del Puente permite la expansión de la ciudad por su Ejido trazándose nuevas calles a cordel ante la ausencia de construcciones anteriores, se crea la Plaza Nueva (hoy de España), donde se instaló la alhóndiga, la carnicería y diversas tiendas de comestibles, y la Calle San Carlos (hoy Virgen de la Paz) que llega hasta la escalinata el convento de la Merced. Este monumental Puente fue el factor que propició el nacimiento de una nueva ciudad, de trazado moderno y en cuadrícula, en oposición con la Ronda islámica de calles sinuosas, estrechas y funcionales.
Siglo XIX
Se trata de una época regresiva para la ciudad de Ronda, ya que la ocupación de la ciudad por los franceses arruinó la economía, provocando hambre y miseria entre los rondeños. También devastaron las murallas, caminos, acueductos e importantes edificios como el Castillo. A esta destrucción hay que añadir la inestabilidad y conflictividad política. El panorama rondeño en este siglo no era muy alentador, se vivió un estado de pobreza generalizada que se prolongó hasta final de siglo. Es cuando aparece el fenómeno del bandolerismo que tanta inspiración novelesca proporcionó a los viajeros románticos.
Apenas se realizaron obras importantes en casi todo este periodo. Sólo cabe destacar la construcción del nuevo Ayuntamiento en la actual plaza de España (hoy Parador de Turismo). Pero la inquietud de la nueva burguesía, formada por comerciantes, terratenientes, industriales y la antigua nobleza, a través del Ayuntamiento, institución que sustituyó a los antiguos regidores perpetuos, hicieron impulsar una serie de proyectos para que Ronda no se quedara atrás de los nuevos avances tecnológicos, acometiéndose una serie de obras que mejoraría notablemente los equipamientos de la ciudad y sus servicios públicos.
Tras varios proyectos e intentos a lo largo del siglo de restablecer el abastecimiento de agua a través del destruido Acueducto de la Hidalga por los franceses, y ante la situación tan desesperada que se vivía puesto que los aguadores recogían las aguas en mal estado de una excavación hecha entre las confluencias del río Guadalevín y el arroyo de las Culebras, el entonces alcalde de la ciudad D. José Jaudenes tomó la decisión de privatizar el suministro público del agua, convocándose concurso el 30 de mayo de 1875, y cuya licitación fue concedida a ingeniero francés D. Carlos Lamiable. Este personaje, cuyas intervenciones serían posteriormente trascendentales para nuestra ciudad, con su Empresa de Aguas adquirió el compromiso de traer el agua desde los manantiales de la Hidalga , Coca y Fuente de la Arena un caudal de 2.500 metros cúbicos diarios, para venderlos a 6 céntimos de real por arroba, a cambio de realizar todas las obras de cañerías, depósitos, fuentes, abrevaderos y lavaderos en un plazo máximo de cinco años.
En diciembre de 1876 ya se había concluido la primera fase desde el Arroyo Perdiguero (Fuente de la Arena), pero la siguiente desde la Hidalga y Coca no se concluía debido a que el empresario estaba implicado en otras obras, como la del ferrocarril, y descuidó aquélla, lo que desencadenó un largo conflicto ya que el caudal era insuficiente. Este problema no fue resuelto hasta el siguiente siglo.
Es este siglo también, en 1889, cuando llega la electricidad a nuestra ciudad, cuya concesión fue adjudicada a otro ingeniero francés Don Carlos de Courteille que cedió sus derechos a D. Carlos de la Cuadra y Viteri. Éste último con su Empresa de Luz Eléctrica, se comprometió a instalar en la zona de los Molinos del Tajo una turbina que moverían dos dinamos que generarían electricidad para 500 luces a 97 voltios y 225 amperios cada una, esta instalación se complementaría con una estación a vapor en la zona del Campillo. Pero el caudal del río era insuficiente y la luz que llegaba hasta las lámparas era apenas la de un hierro candente. Nuevamente se produjo un largo conflicto, que acabó con la retirada de la concesión que posteriormente fue adjudicada a D. Camilo Granados, que instaló en el Tajo la Central de San Miguel y completó la producción con una caldera, máquina de vapor y dinamo en unos terrenos cedidos por el Ayuntamiento aledaños a la Plaza de Toros (hoy Paseo Blas Infante).
A finales de siglo se inician también las obras de la llegada del ferrocarril, no sin antes superar muchos y notables obstáculos, pues el proyecto que se contemplaba en el Plan General de Ferrocarriles del Estado era conectar Algeciras, bien desde Cádiz o Málaga, pero como nos cuenta el historiador D. Pedro Sierra de Cózar, la voluntad inquebrantable del pueblo de Ronda, la actuación de los diputados a Cortes por la Comarca (Lorenzo Borrego, Pedro Nolasco Aurioles y otros) y la capacidad técnica y de negociación de D. Carlos Lamiable, consiguieron la modificación de dicho Plan y la aprobación del proyecto por Ley de 12 de junio de 1980. La construcción de la línea férrea fue adjudicada a la sociedad inglesa «The Algeciras Railway Co. Ltd.», y el primer tren llega a Ronda el día 7 de septiembre de 1891.
Siglo XX
A comienzos de esta centuria la situación de pobreza toca fondo, problema que es extensible entonces a toda Andalucía, por el estado ruinoso del medio agrícola. Comienza el siglo con una fuerte sequía, 1905, que provoca estragos en la población que pasa hambre, lo que produce conflictos y sublevaciones obreras.
En Ronda, 1918, se celebra la Asamblea Andalucista , presidida por Blas Infante, que aprueba los símbolos de Andalucía: la Bandera , el Escudo y el Lema.
A pesar de las penurias, no obstante en nuestra ciudad se produce un nuevo ordenamiento urbano en el siglo anterior que permite eliminar los defectos e irregularidades de las antiguas calles, de trazado islámico la mayoría, y se establece un sistema de alineaciones que favorece la aparición de la arquitectura modernista, con los dos arquitectos, que ostentaron la plaza municipal, autores de estas edificaciones: Pedro Alonso Gutiérrez (siglos XVIII y XIX) y Santiago Sanguinetti Gómez (siglo XX). El modernismo rondeño según explica la historiadora Emilia Garrido tiene claras dependencias del Art Nouveau belga y francés y el Secesionismo, sin olvidar la formación catalana de Sanguinetti. Este arquitecto fue autor del precioso y desaparecido, por derribo en los años 70, del Teatro Espinel, inaugurado en 1909, y que sin duda alguna ha sido el atentado más grave cometido contra un edificio de gran valor artístico en nuestra ciudad.
Con la llegada de la República se vivieron años convulsos y de gran inestabilidad en el gobierno municipal. La sociedad rondeña estaba claramente dividida entre burgueses (comerciantes, terratenientes e industriales) y obreros (trabajadores y campesinos). Los partidos, llamados democráticos, tampoco estuvieron a la altura de las circunstancias. Con la sublevación militar del 36, grupos obreros quisieron aprovechar dicha situación para la eliminación de cualquier forma de Estado y la instauración de un verdadero comunismo libertario, esto ocasionó la quema de conventos e iglesias, el apresamiento y fusilamiento de una cantidad muy importante de rondeños considerados burgueses y no adeptos a la República. La entrada de las tropas franquistas el 16 de septiembre de 1936 no cambió mucho las cosas, se produce un importante éxodo de rondeños, que huyen por temor. Los vencedores de la Guerra Civil fueron implacables con los derrotados, se abre un periodo de Tribunales Militares, de Responsabilidades Políticas, de Represión a la Masonería y al Comunismo. Se inicia una era de involución y una sólida cultura del silencio y el miedo, de una posguerra marcada por la pobreza. Hasta los años 50, Ronda no comienza a resurgir gracias principalmente a la implantación por todo el territorio andaluz de su Caja de Ahorros y a la creación de algunas industrias incipientes, que no evitan por otro lado que se produzca un fenómeno que dejará a la ciudad y sus pueblos exhaustos: la emigración, que se convierte en la única vía para muchos de salir de la calamidad en que se habían convertido sus vidas. Con la muerte de Franco, en 1975, y la instauración de un régimen democrático, se produce la reconciliación, la vuelta de los exiliados y emigrantes y el despegue económico, aunque no del aislamiento que secularmente ha estado condenada nuestra ciudad. Las comunicaciones, aún hoy, siguen siendo nuestro gran caballo de batalla y nuestra más importante carencia.